Guerra al abejaruco: alegato final


La Junta de Extremadura aprueba una batería de medidas de control por daños del abejaruco en las colmenas extremeñas

Empecemos buscando las razones que soportan estas decisiones.

La manera de actuar de la Junta representa una respuesta psicológica según la cual el mundo y la vida son vistos-o interpretados-según el simplismo de los pares de opuestos (bueno-malo, sano-tóxico, Real Madrid-BarÇa, Psoe-PP, Amigo-Enemigo). Ideología derivada del conjunto de ideas aún vigente llamado “Paradigma de la Modernidad”, que aparecido hace más de 200 años para resolver los problemas de la humanidad acabó siendo el causante de la crisis ambiental, social y económica de la actualidad.

Por otro lado, frente a la enorme diversidad y riqueza planetaria (descrita hoy en la teoría de sistemas y teoría de la complejidad y que nos proporciona una comprensión de la naturaleza como una sucesión de ecosistemas interactuantes y autorregulados) este viejo paradigma de la modernidad justifica la existencia de la naturaleza como un “bien” aparecido para ser explotado, idea coherente con la moral judeo-cristiana de la que proviene ancestralmente nuestra cultura. Y así sólo destruyendo se tiene la sensación de que se produce.

La renuncia a adoptar una visión compleja y ecosistémica que nos permita conocer las visiones de conjunto es la razón que nos impide construir escenarios y respuestas de futuro y salir, por consiguiente, de la espiral que obliga a pegar infinitos parches a un modelo que se desmorona. Entre tanto la visión simplista de los pares de opuestos nos ata las manos al impedirnos tejer un nuevo método de comprensión de las vicisitudes y de búsqueda de soluciones, puesto que reduce nuestra visión al par amigo-enemigo.


La simpleza de reconocer que para enfrentar nuestros problemas, tenemos que relacionar un problema con un enemigo, identificar al enemigo y eliminarlo es tan inapropiada como obsoleta, y la verdad, da vergüenza ajena.

El caso “abejaruco” nos proporciona otra oportunidad más de cambiar nuestros métodos propios de un nuevo paradigma emergente.

La apicultura es una actividad ancestral. Un ejemplo de incorporación de una acción recolectora a una modalidad ganadera de mínimo impacto ecológico.
Un ejemplo extraordinario de interrelación entre especies distantes genéticamente, como son la abeja y la humanidad, que ha permitido para la especie humana una comprensión sutil de lenguajes y biologías sorprendentes. No hay apicultor que no tenga brillo en los ojos cuando habla del funcionamiento de una colmena.
A la vez el apicultor ha venido detectando antes que nadie los problemas agroambientales y climáticos, debido a que la abeja por su vulnerabilidad y fragilidad supone un indicador, un testigo, una sonda de privilegio para percibir alteraciones en sus ambientes, que son los nuestros, pagando frecuentemente con su vida.
Todas sabemos que las abejas desaparecen. En la prensa y las redes sociales aparece esta noticia periódicamente. Los apicultores llevan diciendo desde hace decenios que la cosa no va bien. La opinión pública se está haciendo experta en el conocimiento de los problemas de las abejas. La varroa, el síndrome del despoblamiento,...enemigos variados que, según el modelo anteriormente descrito, hay que reconocer y combatir (ocurre algo similar con especies cultivadas, o especies silvestres invasivas indicadoras del cambio climático...Xylella para el Olivo, Eichornia para el Guadiana,...) Nuestro método se reduce a estudiar como eliminarlas.
Ahora le llega el turno al abejaruco, aunque el asunto es recurrente año tras año. Otra especie a añadir al elenco de especies enemigo.

Los humanos tenemos listas inacabables de especies-enemigo, mayores con diferencia de las especies-amigo, y tendemos a concentrar nuestra actividad productiva a una guerra inacabable contra alguien, inacabable por que cada vez salen más enemigos.

Cundo uno tiene tantos enemigos debe reflexionar acerca de cuál es su relación con los que le rodean, analizar si el enfoque es el adecuado y si es el método productivo el que hay que reconsiderar.
Imaginar nuevos escenarios, métodos y reevaluar nuestros objetivos como ciudadanos necesitados de alimentos, como extractores de recursos naturales, como recolectores o facilitadores en la generación de alimentos debe ser el reto del mañana pero también del hoy.

En Inglaterra ya hay más aficionados a la observación de las aves que “hooligans” futbolísticos, parte de esos aficionados vienen a Extremadura a practicar ese “birdwatching”. Entre las especies de su interés está ese abejaruco que no habita las Islas Británicas. El valor de obtener miel en ambientes en los que el abejaruco habita ha de ser un valor añadido.
Evaluemos el redireccionado de nuestras políticas comerciales hacia la calidad y distinción de nuestros productos.
Ya ha llegado el momento de no conformarnos en ser productores de materia prima(Extremadura envía a Alemania parte de su producción mielera a granel en bidones de 350 KG)
Ni siquiera de materia secunda (Otra parte de la producción de miel se envasa aquí en recipientes de 2000, 1000, 500 y 250 gr)
Son tiempos en los que un motor económico posible es la materia tertia. También el caso de la miel merece la pena explorar un sector creciente para el que la producción conciliada con el entorno ambiental debe ser potenciada y así contribuir a posibilitar un equilibrio, que en la actualidad está en retirada.

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